Si estás planeando un viaje y te preguntas por dónde empezar y no sabes qué ciudades conocer, hoy quiero contarte que ciudades conocer en Italia.
Italia es ese país que siempre está en la lista de deseos de cualquier viajero, y no es casualidad: tiene historia, arte, gastronomía, paisajes inolvidables y una cultura que se respira en cada rincón. En este viaje tuve la suerte de recorrer varios lugares que me robaron el corazón.
Desde grandes capitales culturales hasta joyas escondidas, cada una ofrece algo distinto y especial. Si todavía no las agregaste a tu itinerario, después de leer este artículo vas a tener muy claro qué ver en Italianizante y por qué estas ciudades no pueden faltar en tu aventura por tierras italianas. Italia no solo se visita: se siente, se vive y se recuerda para siempre… y estas cinco ciudades son prueba de ello.
Su historia, el arte que se ve en sus museos e iglesias, la gastronomía reconocida a nivel mundial, los paisajes increíbles que van desde los Alpes hasta las costas del Mediterráneo, y ciudades con alma que te hacen sentir parte de un cuento.
Lo que más me sorprendió es cómo cada rincón guarda una historia distinta, una energía única y una belleza que no se repite. En este viaje, tuve la suerte de recorrer varias ciudades italianas que me marcaron para siempre. Algunas son mundialmente famosas, otras no tanto, pero todas tienen algo especial que vale la pena descubrir.
1. Roma
Roma no necesita presentación, pero vivirla en primera persona es otra cosa. Cada calle, cada plaza, cada piedra parece tener siglos de historia, y caminar por ella es como hacerlo dentro de un museo al aire libre. Estuve varios días y me quedaron ganas de volver, porque siempre hay algo nuevo que descubrir.
Comencé por el Coliseo, claro. No hay nada como estar frente a ese gigante de piedra y pensar en todo lo que ocurrió ahí dentro. Muy cerca está el Foro Romano, el corazón político de la antigua Roma, y el Palatino, desde donde las vistas son espectaculares. Es increíble cómo se puede sentir el peso del tiempo en cada rincón.
Después pasé por la Fontana di Trevi (¡sí, tiré la moneda!), el Panteón y Piazza Navona. Me perdí por el barrio de Trastevere, que se convirtió en mi favorito: lleno de vida, restaurantes con terrazas, calles empedradas y un ambiente bohemio que me encantó. Y por supuesto, no podía faltar el Vaticano. La Basílica de San Pedro me dejó sin palabras, y la Capilla Sixtina… bueno, ahí entendí por qué Miguel Ángel es una leyenda.
Roma es arte. Una ciudad que no solo hay que ver, sino vivir con todos los sentidos.
2. Florencia
Florencia fue un flechazo. Desde el primer momento en que pisé la ciudad sentí que estaba en un lugar especial. Caminé por sus calles con la sensación constante de estar en una época dorada, rodeada de arte e inspiración.
Visité la Galería Uffizi y pude ver obras de Botticelli, Miguel Ángel, Da Vinci… ¡Una locura! Después crucé el Ponte Vecchio, ese puente lleno de joyerías que parece sacado de un cuento. Subí a la cúpula de la Catedral de Santa María del Fiore (sí, esos escalones valen la pena) y desde arriba, tuve una de las mejores vistas de mi vida.
Florencia también fue sinónimo de buena comida. Probé la famosa bistecca allá fiorentina y me perdí en los sabores del Chianti, el vino típico de la región. Me alojé en un pequeño hotel familiar donde me trataron como en casa y me dieron los mejores tips para moverme por la ciudad como una local.
Florencia es perfecta para caminarla sin apuro, con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto a enamorarse, descubriendo arte en cada rincón y magia en cada calle.
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3. Venecia
Venecia fue una de esas ciudades que me generaba dudas. Había leído de todo: que era mágica, que estaba llena de turistas, que era cara, que estaba hundiéndose… Pero decidí ir con la mente abierta y fue una de las mejores decisiones del viaje.
Llegué en tren y apenas salí de la estación, me encontré con el Gran Canal. Subí a un vaporetto y me dejé llevar por el agua. Venecia es única. No hay autos, solo góndolas, puentes y callejones estrechos donde perderse es parte de la experiencia.
Recorrí la Plaza San Marcos, entré a la Basílica, subí al Campanile, visité el Palacio Ducal y me emocioné al cruzar el Puente de los Suspiros. Pero lo que más me gustó fue simplemente caminar, sin rumbo, descubriendo rincones solitarios, plazas escondidas y pequeñas trattorias donde comí los mejores cicchetti.
También hice una excursión a Murano y Burano, dos islas que parecen postales. La primera, famosa por su cristal, y la segunda por sus casas de colores. Venecia tiene un ritmo diferente, y cuando logras sintonizar con él, la ciudad te envuelve.
4. Milán – Elegancia y modernidad
Milán fue mi gran sorpresa. Confieso que la incluí en el itinerario más por curiosidad que por expectativas, y terminó encantándome. Es una ciudad moderna, vibrante, con mucha vida cultural y una estética que mezcla lo clásico con lo contemporáneo.
Lo primero que visité fue el Duomo. Subí a su terraza y la vista de las agujas góticas con la ciudad de fondo es algo que nunca voy a olvidar. Después pasé por la Galleria Vittorio Emanuele II, uno de los centros comerciales más lindos del mundo, y me sentí en una pasarela de moda.
También fui al barrio de Brera, lleno de galerías de arte, tiendas con diseño italiano y bares con mucha onda. Y si te gusta la historia, no te puedes perder la Última Cena de Da Vinci (hay que reservar con mucha anticipación).
Milán también tiene parques enormes, como el Sempione, ideal para descansar un rato. Me gustó mucho su energía, su estilo y cómo combina lo mejor del pasado con la innovación del presente.
5. Nápoles – Caos con sabor auténtico
Nápoles fue la ciudad más auténtica de todas las que visité en Italia. Vibrante, ruidosa, intensa… y real. Acá no hay nada maquillado para el turista, todo es como es, y eso me fascinó. La gente, la comida, el ritmo de la ciudad… todo tiene un sabor especial.
Empecé por el casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con calles angostas y llenas de vida. Visité iglesias antiguas, catacumbas y mercados donde el regateo es parte del juego. También fui al Castillo dell’Ovo y al paseo marítimo, desde donde se ve el imponente Vesubio.
Pero si hay algo que se lleva el premio mayor en Nápoles es la pizza. Probé varias, pero la de L’Antica Pizzeria da Michele fue otra cosa: simple, sabrosa, con esa masa finita y ese borde inflado que solo logran los napolitanos.
Además, desde Nápoles hice excursiones al sitio arqueológico de Pompeya y a la Costa Amalfitana. Todo a poca distancia y con vistas increíbles. Nápoles no es para todos, pero si te dejas llevar, te atrapa con su energía y te hace sentir parte de ella.
¿Y qué otras ciudades conocí?
Italia es un país para recorrer sin prisa. Además de estas cinco ciudades principales, también visité lugares como Siena, Pisa, Verona. Cada una con su encanto, sus historias y sus paisajes que parecen salidos de una película. En Pisa, más allá de la famosa torre inclinada, me sorprendió la belleza de sus plazas y la calma de sus calles menos turísticas. Y aunque Niza está justo al borde de la frontera con Francia, la visité en el mismo viaje y me cautivó con su mezcla de culturas, su paseo marítimo y su luz mediterránea inconfundible.
Mi recomendación: combina ciudades grandes con pueblos más tranquilos, usa el tren como medio de transporte (es cómodo, rápido y eficiente) y anímate a probar todo lo que puedas: desde platos típicos hasta costumbres locales. Descubrí que los mejores momentos muchas veces suceden fuera del circuito turístico tradicional, en una trattoria familiar o en una plaza donde los locales se sientan a charlar al atardecer. Italia, y también Niza, se disfrutan mejor, sin apuros y con todos los sentidos atentos.
Este viaje por Italia me dejó momentos que nunca voy a olvidar. Conocí personas increíbles, comí platos que todavía sueño, caminé por calles milenarias y descubrí rincones llenos de magia. Y por eso quería compartirlo con vos.
Si estás armando tu itinerario, no lo dudes: agrega estas ciudades. Cada una tiene una personalidad distinta, una historia que contar y una manera especial de hacerte sentir en casa, incluso estando lejos. Desde las plazas llenas de vida hasta esos pequeños cafés donde el tiempo parece detenerse, Italia tiene ese don de regalar experiencias inolvidables con cada paso. Es un destino que se queda en el alma.
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